Alejandro Molina Carreño
Cuando
mi cabeza se abrió al contacto con el suelo supe que había muerto. Esa mañana
me levanté con el pie izquierdo. Había sesenta metros entre mi habitación y el
suelo. Mi cama pega a la pared. Yo duermo siempre boca arriba. A mi derecha
queda el suelo de la habitación; a mi izquierda, la pared —a la que pega la cama— con una enorme ventana.
Hacía mucho calor por la noche, así que la dejé abierta para que corriera el
fresco. Esa mañana me levanté con el pie izquierdo.
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