Tuesday, January 20, 2015

BATMAN (relato absurdo)

BATMAN[1]
Alejandro Molina Carreño


Batman conducía su batmóvil a 200km/h cuando un coche de la guardia civil le obligó a detener su vehículo. El batmóvil se hizo a un lado del arcén y el agente de la benemérita se bajó de su vehículo. Batman bajó la ventanilla ante el guardia civil.
—¿Algún problema, agente? —preguntó, visiblemente molesto.
—¿Sabe usted a qué velocidad iba? —el guardia, apoyado en la ventanilla, hablaba con suma tranquilidad mientras paseaba sus ojos por el interior del vehículo.
—Bueno, bastante rápido, pero me temo que no tengo tiempo para…
—Podría atropellar a alguien.
—No voy a atropellar a nadie, por el amor de Dios. Mire, tengo prisa, tengo que ir a...
—Prisa, ¿eh? Es lo que dicen todos después de… —el guardia civil hizo gestos de empinar el codo.
—¡Oiga! ¡Usted no sabe con quién está hablando!
—Sí que lo sé. Su aliento le delata.
—¿Mi aliento? Lo único que he bebido antes de salir ha sido un bat-ido.
—Claro, claro —el guardia civil dio una vuelta alrededor del vehículo, paseando la vista por cada detalle, y luego volvió a la ventanilla— ¿Y a dónde iba usted tan rápido?
—Perseguía al Pingüino.
—A un pingüino, ¿eh?
—A un pingüino no; el Pingüino.
Ya, ya. Baje del coche.
¿Pero es que no lo entiende? ¡Tengo prisa!
No se preocupe, ya llega tarde de todos modos: los carnavales acabaron hace tiempo. Baje del vehículo y enséñeme su documentación.
Esto es increíble… ¿No se da cuenta de que…?
Baaaaaje. —le interrumpió el guardia civil por enésima vez, alargando la a como si le enseñase la lengua a un médico.
Batman buscó la documentación. La encontró en la guantera, bajo el panel de misiles teledirigidos.
—Aquí tiene —dijo, entregando la documentación y bajando del coche—. Y dese prisa, por favor.
El guardia civil fue hasta su vehículo. Al igual que todos los de su especie, el agente caminaba con tranquilidad y actuaba con la ancestral parsimonia que les caracterizaba.
Volvió al cabo de un minuto, justo cuando había empezado a poner a prueba la paciencia de Batman. Esta vez traía un alcoholímetro en las manos.
—Esto tiene que ser una broma —dijo Batman al ver el adminículo—. Ya le he dicho que no voy borracho.
—Sople —dijo el guardia civil, con la calma acostumbrada.
—No tengo tiempo para esto. Usted no sabe con quién habla.
—Sooooople.
Batman sopló, no sin refunfuñar. La prueba dio negativo.
—¡Ja! —rió—. ¿Lo ve? Estoy limpio.
—Muy bien —el guardia civil sacó un lápiz y una libretita—. Espere un momentito.
—¡Y dale! Que tengo prisa, leñe.
—Espeeeeere —dijo el guardia civil, escribiendo en una de las hojas de la libretita.
A continuación arrancó la hoja y se la entregó a Batman, que la examinó con sorpresa.
—¡¿Trescientos euros?! ¿Pero quién se ha creído que soy yo?
—La próxima vez va directo al calabozo.
—¡Esto es indignante! ¡Yo velo por la seguridad de los ciudadanos!
—A esa velocidad lo dudo. Venga, entre en el coche y sea bueno.
—¡Lo que hay que ver! ¡Esto es increíble! ¡Inconcebible!
—Entre en el coche.
—Esto no puede estar pasando…
—¿No tenía prisa?
—¡A mí! ¡Trescientos euros a mí!
—Eeeeeeeeentre.
Batman montó al fin en su batmóvil y trató, entre blasfemias y en vano, de arrancarlo. El motor no respondía.
—Mierda —se quejó con desgana, golpeando el volante en forma de murciélago.
—¿Qué pasa? —preguntó el guardia civil, guardando su libretita en el bolsillo.
—Es la bat-ería.
—No se preocupe.
El guardia civil se acercó hasta su coche, sacó unas pinzas y logró, en un abrir y cerrar de ojos, que el bat-móvil arrancase. El motor rugió con fuerza y el guardia civil, sonriente, se asomó a la ventanilla.
—Listo —dijo.
—Gracias —articuló Batman con cierto rencor.
Metió primera. Estaba a punto de salir de allí, pero el guardia civil no se movía de la ventanilla.
—¿Y ahora qué? —preguntó Batman.
—La documentación —dijo la autoridad, devolviéndosela.
—Gracias.
Batman la guardó en su sitio.
—Torres López —escuchó decir al guardia civil.
—¿Cómo dice?
—Sus apellidos: Torres López. Tiene usted los mismos apellidos que un primo mío.
—¿Sí? Menuda cosa. Tengo que irme.
—Conduzca con cuidado.
Y así lo hizo.



[1] Relato perteneciente al libro de relatos cortos "Absurdeces", Alejandro Molina Carreño.

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